viernes, 29 de mayo de 2009

RELATO Nº7

El imitador



Nadie quería ser el primero en confesar a Ernesto Cambrin su verdadera opinión sobre el relato que acababa de escribir. Le habían alabado la técnica, el estilo, el tono, pero…
Sólo Amalia Cruz se atrevió a decirle que aquel relato era una clara imitación de Borges. Ernesto se sorprendió, apenas había leído al bonaerense, pero se resignó a desterrar aquellas ideas góticas y laberínticas de sus ganas. Escribió otro relato. Nuevamente Amalia le advirtió que había copiado, magistralmente, el estilo de Carver. Ernesto casi enloqueció. Escribía compulsivamente cada semana un nuevo relato. Acertadas imitaciones de Asimov, Bradbury, Calvino, Cortazar, incluso de Bukowski desfilaron por aquella reunión. Ernesto, desesperado, aseguraba que no copiaba, que le salía así.
Una semana llegó y entregó diez folios. Mientras lo leían, preguntándose a qué genio literario le tocaría el turno, se dieron cuenta de que no se parecía a nada que hubieran leído antes. Genial. Rabiosamente original. Quedaron maravillados, ensalzando hasta la saciedad su arte contador. Ernesto sonrió tristemente y tras ese día no apareció más por aquellas reuniones. Amalia se lo encontró mucho tiempo después, y contaba cómo él le había explicado que había perdido el entusiasmo en la escritura. Todo lo que en forma de idea fascinante le conquistaba del proceso creador ya parecía haberlo escrito alguien antes, y que si quitaba eso, sólo escribiría relatos como los del último día. Cuando Amalia le señaló que aquel relato era una obra maestra, le dijo antes de despedirse: Sí, pero no es mi estilo.

THE YOUNG MAUD

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