miércoles, 28 de mayo de 2008

RELATO 27

Dragón volador

Batalla lo etéreo contra lo opaco: gruesos cortinones y tapaluces, bandas de luz dibujadas por leves rendijas adelgazadas hasta casi la inexistencia, medallones y estelas de un dorado claro en el suelo. En la rampa mágica brilla algo: movimiento browniano, fibrillas de almas o escamas de dragón volador.

La mañana, un deshielo. Moverse, para qué. Y más un domingo. Ya en la calle se vio reflejado, mirando, ridículo, aquellas maniquíes, tan bien modeladas. Aquel pintor enloquecido que … Un toque suave en el hombro le sobresalta. Es Carlos --conversaciones cotidianas en el bar cercano a la oficina--. Ciclos temáticos sin interés pero es ir corriente abajo, no mover remos, orillas familiares.

Unos cafés. Carlos habla nervioso, eufórico, disperso. Su oyente deja que el pulmón exhale el último aire esperanzador; palabras vanas que darán paso al gran chorro de agua cenagosa que hay que tragar y vomitar. Unas veces, el Instituto Anatómico Forense; otras, se cambia de lugar.

Oír “tengo un problema” le lleva a tocar morosamente uno de los anillos perfectos de la taza. Se imagina muy cerca de un gran recipiente o depósito elevado que no puede ver entero; la blancura de la loza pero en el interior aquel líquido espesado.

Necesitó otro café y acariciar otro borde. Despedida rápida. El lunes oiría la misma historia pero ensartada con las perlas grises y feas de lo corriente.

No remar.

¡Ah, sí, era Kokoschka!

RELATO 26

CON LA MIEL EN LOS LABIOS

Con besos cortos, robados en su precipitación, huyó escaleras abajo. Cuando subimos a casa cargaba con un espejo grande que había recogido de la tienda. ¿Lo has comprado para que nos veamos haciendo el amor? Efectivamente –le contesté-, sorprendida por la coincidencia. Tras largo tiempo ansiado, por fin conseguía llevarlo a casa accidentalmente. Recorrido panorámico, del salón con el sofá, a la ducha para dos, a la habitación donde sentó en la cama, embelesado pero quieto, mientras le ofrecía colonias a oler, pensando si empujarlo y ponerme a horcajadas. Decidió sentarse en el banco de la cocina bajo la luz de la campana. Ron, humo, palabras, cervezas. Más hielo, por favor.
Cuando ya no pude más, cogí su mano y la entrelacé a la mía, me aproximé, lo besé largo rato y me senté en sus rodillas. De entre los vapores del alcohol le sonsaqué que le gustaba mucho, pero que no. Nos besamos cadenciosamente como si no fuera la primera vez. Me abrazaba sintiéndome y me decía que no. Me estrechó con sus brazos y deslizó su amplia mano sobre mi pezón. Y le dije que no era de piedra, mientras mis labios supuraban miel a borbotones. No contestó. Traté de retenerlo, supliqué, ofrecí, besé, y me hubiera desnudado sin misterio si no hubiera visto en sus ojos su decisión firme. Y así me dejó, con la miel en los labios y el corazón cual bayeta retorcida.

RELATO 25

Haciendo de James Dean toda la noche

La Policía dice que las tuercas debían estar mal apretadas y que por eso se salió la rueda. No sé cuántos huesos rotos. Una momia, desde luego.
La prima de Luis, le gustaba, lo sabía, que me lo decían sus ojos que me comen. Me la encontré a la vuelta del trabajo y me miró con su chicle de fresa y me clavó.
En el bar del Toni, tres o cuatro güisquis. A James Dean te pareces, me dijo en el tercero. De allí a la cama de dos por dos, un antojo de mi Antonia.
Antonia de turno de noche.
Le dije que no lo menos seis veces y mejor en mi coche flamante, pero que lo tenía metido la tipa de qué manera en la cabeza.
Dejé la ventana abierta todo el frío, que se llevara el olor a fresa, y cuando volvió mi Antonia y se metió en la cama, allí no había habido nadie más que yo. Pero algo me quedó en el estómago, un nervio nuevo.
A Antonia no le gusta la prima de Luis, desde el colegio, dice.
Le digo que a mí también me parece una fulana. Porque mi Antonia es muy especial, como si la hubieran educado en un colegio de monjas.
La dejé dormida plácida y desparramada en la cama, su alma tranquila. Mi cabeza en su resaca, sin dejar ni un cachito para la culpa, y el nervio nuevo sin poder salir a desahogarse.

domingo, 25 de mayo de 2008

RELATO 24

EL CUMPLEAÑOS

El día de su cuarenta cumpleaños, Ana se despertó muy temprano. La luz indecisa del amanecer se colaba remolona por las rendijas de la persiana y dibujaba caprichosas formas sobre la pared desnuda de la habitación. Se sentía sudorosa e inquieta. Miró el reloj de la mesilla de noche que estaba junto a su lado de la cama. Marcaba exactamente las seis y media. Apretó con fuerza los ojos e intentó dormir, conteniendo la respiración como cuando era una niña y repetía aquella misma operación una y mil veces. Entonces lo hacía para espantar aquellos seres que vomitaban llamas, y que tenían cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón, habitantes de mares lejanos y distantes, que únicamente desaparecían ante la autoridad de papá que acudía todas las noches, en medio de la oscuridad, cuando Ana lloraba y gritaba implorando su presencia.

Apenas media hora después, Ana se levantó con cuidado, procurando no hacer ruido. Todo estaba en orden. Se dirigió casi de puntillas al baño. Antes de cerrar la puerta, volvió la vista atrás y lo vio allí, como de costumbre, tumbado boca arriba, con la respiración agitada por la mezcla de cansancio y alcohol. Fue entonces cuando decidió enterrar para siempre los fantasmas del pasado. Aquel día, marcado con rojo en el calendario, ya no estaría papá para hacerlos desaparecer.

RELATO 23

VIAJAR AYUDA

La avenida Huangpu abre Shanghái en canal, como un cerdo recién acuchillado. De sus entrañas sale un calor sofocante que se funde con el cielo amarillo de media mañana. Centenares de taxis iguales al que me lleva se alinean como ladrillos sobre el asfalto. Desde detrás de sus gafas de culo de vaso, mi conductor chino clava sus ojos en el retrovisor y por tanto, en mí. Un cigarrillo sin filtro ensalivado hasta la mitad, apagado, le cuelga de la comisura izquierda. A pesar de que acumulo todos los tópicos del turista, me mira como si no estuviera seguro del momento exacto en el que voy a perpetrar mi ataque contra él. Como gran gafotas, quizás los espera desde la infancia, sin que tenga que mediar una razón. Las costumbres se pegan a la piel como el sudor seco y cuesta.
La ceniza se le cae. Debajo de aquella suculenta colección de lamparones existe un pantalón negro. La ceniza de todos los cigarrillos fumados desde que se sentó en el taxi espera paciente, esparcida sobre su bragueta.
—¿Mujeles, místel? —me espeta inesperadamente.
Finjo que lo pienso unos segundos.
—No, gracias, no mujeres.
—¿Tú malicón, místel? —me azara. Lo nota y se sonríe.
Esta vez guardo un largo silencio, aguantando su mirada en el espejo. Mi pueblo está a 10.632 kilómetros. En Shanghái soy transparente, nadie me ve. Aquí no tengo papeles que representar.
—Sí… yo malicón —me atrevo a contestar bajito.
—Yo llevo —me ayuda él.

sábado, 24 de mayo de 2008

RELATO 22

LOVE, DEVOTION AND SURRENDER


La conocí y me quedé colgado de sus ojos. Pero eso no fue todo… De sus labios de maga fluían palabras incesantes que nunca habían surcado mi espacio. Tampoco eso fue todo… Pudo influir la música de Santana que sonaba en ese momento. Aunque creo que fue el malva.

Sus pezones iluminaban la habitación y mis pupilas. El malva era intenso. Irresistible. Sobre su pubis, su vientre y su boca, derramaba todo mi pasado, de un violeta intenso y defectuoso. Mientras veneraba su cuerpo, deslastraba el mío de mis derrotas.

Ahora, cuando ella lo es todo y mi vida ya es ella, comprendo qué es el malva. En el malva no hay pasado ni futuro, sólo entrega. I surrender. El malva es ella.

RELATO 21

Nunca sabré

Nunca supe, y probablemente nunca llegaré a saber, que oscuros sentimientos anidaban en ti, que te hacían capaz de darme tanto en algunos momentos y hundirme hasta lo más profundo en otros.
¿Me querías? ¿Me odiabas? ¿Me querías y me odiabas?
Ahora, cuando te recuerdo, oscilo entre sentirte ángel o diablo, maravillosa compañera, interlocutora perfecta con la que compartí hasta la más profunda de las intimidades, o agresora que humilla, déspota insensible que desatiende y chupa la sangre hasta dejarte seco.
¿Quién eres en realidad? ¿Cuál de las dos?
Busco siempre una imagen coherente, consistente, y nunca lo consigo. ¿Qué provocaba que pasaras de una posición a otra, repentina, sorprendentemente, dejándome sin palabras para reaccionar? ¿Cómo puede alguien transformarse de esa manera?
¿Realmente no te dabas cuenta del daño que hacías?
“Creer que el cielo en un infierno cabe”, eso es amor según Lope. ¿Qué clase de cielo busqué yo? ¿Con qué infierno pensé que podía conjugarlo?
Y en el futuro ¿qué hacer? ¿Debería dejar mi orgullo a un lado y rescatar esa parte buena que me cautivó, ahora que ya no te necesito? ¿O quizá sea preferible guardarme de que en algún momento puedas volver a dañarme, aunque yo me sienta fuerte?
Tampoco se si en realidad mereces la pena.
Me quedaré siempre con la duda, porque no comprendo tus secretos.

RELATO 20

Hijos de Bob Dylan
(QUÉ HACER)


Debería calafatear estas palabras para que no se hundan en este océano de dolor, de abuso, de indiferencia. Debería al menos adiestrarlas en el arte del windsurf para que fueran llegando, al menos una a una, al otro lado de estas aguas humilladas, aburridas de proezas inútiles. Qué menos que preservar de la constancia del olvido a los que yacen ahí abajo, a los que nacieron para ser la cifra cero de las estadísticas, a los que me recuerdan una y otra vez que soy el espectador impasible, aturdido cronista de una infamia.

-Oye ¿Te pido otra cerveza o te pasas al cubata? ¡Conduzco yo!

Silba el viento de levante, afilado, levantisco. A violentas ráfagas se abre paso entre las paredes de este promontorio y le revuelve la melena a Elena. Está guapa. El aire ahueca las ropas y los pulmones de los que presenciamos el trajín lento de barcos, barcazas y petroleros, lentitud elegante de los que tienen dónde llegar. Si levanto la vista y miro al fondo aprecio luces, signos de otro vocabulario. El lenguaje incómodo y callado de la muerte turba mi condición de mirón. El sol enrojece, se esconde bajo la permanente y lejana línea del mar. Tranquilo, -me guiña un ojo el Faro de Trafalgar- mañana será otro día.

-Pídeme un gin tónic, de Larios- grito a los que están dentro del bar. Siento que la rutina está de mi parte. Otra vez la respuesta está en el viento.

Mirador del Estrecho. Tarifa. Cádiz.

RELATO 19

RELATO 18

Desperté angustiada. Instintivamente miré a través del cristal tintado y el paisaje seguía cambiando a trescientos kilómetros por hora. Todo parecía en orden.

Me gusta sentir el placer de viajar en soledad, observar a los anónimos compañeros de viaje, bucear en sus almas, introducirme en ellas a través de las grietas de sus rostros, de sus gestos, de sus conversaciones telefónicas, fantasear con sus vidas.

Sin embargo, este viaje era especial para mi. Acababa de poner fin a una larga relación sentimental e intentaba reedificar sobre mis propias ruinas, encontrar, en medio de la incertidumbre de la pérdida, unas relaciones a mi medida. Distraídamente, revisé mi agenda y comprobé que en mi ajado listín telefónico, inexplicablemente, sólo aparecían los contactos correspondientes a las letras A y B. Me asaltó el ridículo pensamiento de estar condenada para siempre a relacionarme sólo con el puñado de nombres, de personas, que tenía allí anotados. Sonreí ante semejante idea. Mi natural curiosidad y, por qué no admitirlo, cierta desazón, me empujaron a revisar la menguada agenda y, por extraño que pudiera parecer, ninguno de los nombres allí anotados me resultó familiar, así que pensé en contarlos.

- Diez -intervino de pronto el tipo grande, moreno, casi mulato, con el pelo recogido en una cola-. Somos diez exactamente. Yo soy el número uno de tu lista.

Miré a mi alrededor. Los nueve pasajeros restantes me miraban con una sonrisa triste. Entonces recordé el sueño, el accidente, y comprendí.

RELATO 17

Pasado frío
El análisis de la imagen parecía sencillo a primera vista, en la esquina inferior derecha aparecía el torso de una hermosa joven desnuda que miraba al infinito del lado opuesto de la fotografía; detrás de esta, sobre una cama, el cuerpo desnudo de otra joven a la que no se ve la cabeza, y que por lo forzado de su postura podemos pensar que está inconsciente o muerta. En la línea que formaría el tercio vertical derecho encontramos a otra mujer sentada en una silla de enea, también desnuda, que mira detrás del objetivo. Un poco mas a la derecha, pasado el centro de la imagen, el único cuerpo que parece estar en movimiento es otra mujer desnuda que se coloca el pelo en su sitio. Por último la esquina inferior izquierda la ocupan unas piernas que solo pueden ser las mías, la autora de la fotografía.
Si por un azar pudiéramos realmente cambiar lo ocurrido en los instantes anteriores a la toma de esta fotografía sin que la imagen cambiara, la chica de la cama estaría solo inconsciente, yo estaría muerta, en la zona de la izquierda habría un mujer colocándose el pelo en su sitio, en el tercio vertical derecho una mujer sentada en una silla de enea, desnuda y con lágrimas en los ojos y en la esquina inferior derecha el torso de una joven mirando al infinito con odio en los ojos. Esta es la única otra posibilidad, que quede claro.

RELATO 16

CAMINOS:

Poco antes de que el automóvil de Ana girara la curva de la calle Álamos, Ignacio asomaría el brazo por la ventanilla, agitaría la mano y con el sonido de un doble pitido diría adiós antes de proseguir por un camino recto, bien asfaltado y alumbrado que le conduciría a la que fue su casa mientras vivió en España. Descansaría aquella noche y al amanecer recogería su equipaje y en el asiento trasero de un coche azul de alquiler montaría a una niña de rasgos indígenas que aun dormiría. Madrid-México sin escalas.

Ella desvió su ruta y torció primero a la derecha, después a la izquierda, hizo dos veces una rotonda, se le antojó bajar una cuesta en dirección prohibida y se adentró a oscuras en un camino de arena hasta llegar al mar.

¡Ánimo¡ - se dijo- y se echó a llorar en el mismo peldaño de escalera donde veinte años atrás había besado apasionadamente a Ignacio, su primer amor.

Maldito destino. Lo nuestro, no pudo ser.

miércoles, 21 de mayo de 2008

RELATO 15

La puta y la libélula

Observarte mientras bebes, trago a trago, cigarro a cigarro, pupila a pupila, a ti y a lo que perteneces.

Oler en ti el hambre a hembra, el olor a noche y el dolor de tu himen, odalisca entregada a un hombre y a su hermano, que ahora ardes desatada para los dos, para los tres que se te acercan al hedor de la hiel de tu piel, de abandono y entrega.

Oir la música, el estruendo hipnótico, que se inocula en mi lóbulo, opio gaseoso, éter derramado en mi tímpano de oprobio.

Devorar el espectáculo, la siembra que se extiende ante ti, como un cultivo infértil, el baño del deseo, la boca en droga, el beso entre mujeres, el mordisco perverso tras la columna dórica de este templo de humo, relleno y domado de derrotas.

Y, por último, tocar, libar, apretar tu rubia exactitud, la niña bien que nunca fuiste, yegua árabe de sangre impura, princesa normanda entre la morisca, espiga dorada entre los cardos, criatura dotada. La estatua perfecta de la mujer perfecta. La hidra de las setecientas lenguas deseando lamer tu mármol perla.

Eso es lo que hago, ninfa acuática, como una libélula, cada vez que te compro en el burdel al que acudo, noche tras noche, cubata tras cubata, billete tras billete, en busca de tu tiempo por horas, de sábanas de papel y deshonor.

En el jardín de vidrio del lupanar en el que habitas, como una flor muerta y manoseada por un niño maldito.

RELATO 14

En la cueva el monje pronunciaba con sumo cuidado las sílabas del mantra
ante otro monje.
—¡Menos mal que me lo has dicho Lung Tsi! ¡Tantos años meditando solo en
esta cueva y pronunciando mal el mantra!
Lung Tsi sonrió complacido por haber sacado de su error a aquel viejo lama.
Se despidió cordialmente y fue en busca del barquero para cruzar de nuevo el
lago.
A punto de subir a la barca, alguien le tocó en el hombro.
—Lung Tsi, he olvidado de nuevo la pronunciación del mantra. ¿Me la podrías
repetir?
El barquero, con los ojos muy abiertos miraba al viejo lama, que levitaba
sobre las aguas del lago. Lung Tsi, con un hilo de voz le indicó de nuevo
las palabras correctas, y el viejo monje se alejó, caminando sobre las
aguas, repitiendo su bien pronunciado mantra.

RELATO 13

EL PIE
Mientras uno leía, el otro se escondía debajo de las sábanas, para evitar la luz.
Era de noche, fuera estaba lloviendo pero apenas llegaban ruidos a la habitación del hotel, de quinta planta, cuatro estrellas y ciudad grande.
El que se escondía bajo las sábanas, buscaba, además del sueño, la postura para estar más cómodo.
En una de estas búsquedas topó con algo, y le preguntó al otro:
-¿Es este tu pie?
-¿Cómo?- Respondió sin dejar el libro y sin mover los ojos de su sitio. Apenas con un susurro dijo, sin interés, "¿cómo?"
-Que si esto que estoy tocando es tu pie…
-Mmm… No – Respondió seco y sin ganas, moviendo la pierna para demostrar que estaba en otro sitio, en su sitio.
-Entonces, ¿esto qué es?
El que estaba leyendo hacía esfuerzos para no perder la trama y seguir al policía de su libro. El otro, inquieto, levantó las sábanas y allí se encontró un pie. Un pie suelto, del número 42 aproximadamente y con las uñas perfectamente cortadas y limpias. Blanco y sano, sin rastro de sangre ni de corte alguno. Parecía que se había desprendido solo y sin dolor del resto de un cuerpo.
-¡Aquí hay un pie! – Gritó, manteniendo la colcha levantada.
-Pues no es el mío – Dijo, aún tranquilo y sin casi voz.
-Mírate bien, anda
-¿Estás loco? Mira, míralo y duérmete ya – Dejó el libro, quejándose. Se separó las sábanas y justo donde terminaba su tobillo, también terminaba él.

sábado, 17 de mayo de 2008

RELATO 12

Esplendor

Tu carta, inesperada, me ha devuelto a los días de Esplendor en la hierba. ¿Recuerdas? La vimos en el cine Rex. Todavía existe. Murcia sigue siendo reconocible.
Una eternidad, Eva, desde aquella tarde que cambió la vida de dos jóvenes universitarias. Llovía. En la barra de“Dunia”, comentábamos el trágico desenlace del amor entre Deanie y Bud, cuando apareció él. Avanzó hacia nosotras, lenta, sigilosamente, como el cazador que acecha su presa. Quedaste irremisiblemente atrapada en las redes de aquel D. Juan, guapo y estulto.
Tu tiempo de esplendor fue corto, pero intenso. Viviste un amor obsceno, trasgresor, sin preguntas, sin respuestas: el de ella, el de Deanie. De noche, te veía llegar arrebatada, encendida, etérea, evanescente: pelo alborotado, carmín en la barbilla, briznas de hierba premonitorias en la falda, en la blusa entreabierta...
Dos meses escasos y el cazador, abandonados los despojos de su último festín, se adentró en otros cotos. Y día a día, vi, en tus ojos, la mirada perdida de ella; en tu boca, el rictus amargo de ella; en tus pasos, el andar hacia el abismo de ella.
Después nada, desapareciste, hasta hoy. Tu matrimonio fracasó, me cuentas. Yo he permanecido soltera.
El amor, como el relámpago, como su esplendor zigzagueante, es fugaz. Por eso es bello: ciega, se va. El otro, apoltronado en la butaca, agazapado en la rutina, su versión bastarda. Prefiero languidecer en la nostalgia del súbito resplandor que consumirme al calor de la mesa camilla.
Ana

RELATO 11

NEGRA NOCHE SANTA


Una noche de viernes más sin salir de casa. Silencio. Estoy sólo. El único ruido que se oye es el tecleo del ordenador y, si se aguza mucho el oído, el del lento discurrir de la maquinaria de un cerebro que recuerda.
Gritos, luminarias de polvo blanco que caen felices sobre nuestras jóvenes cabezas de mil novecientos ochenta y cuatro, gatos que espían el olor de las gatas en celo sobre el tejado de zinc ardiente de un verano interminable y lejano.
Loco. Locomía. Abanicos, glamour (glam en abreviatura). Rumba, samba, mambo. Whisky de garrafa que nos hacen pasar por Chivas. Las olas del Mediterráneo se estrellan contra las murallas de nuestros invulnerables castillos en el aire.
Y ahora, silencio. Silencio en la noche invernal ausente de cometas. Las gatas han huido hacia paraísos más cálidos. La “Great Mother Road”, que parecía proyectada hacia el futuro, se ha ido convirtiendo, con el paso del tiempo, en una carretera provincial que no lleva a ninguna parte. Sal Paradise y sus amigos ya no están.

RELATO 10

Quiero bajarme!


El primer día, leyendo a Camus, me interrumpió un hombre sin formas: "Tú, arriba, éste es mi sitio". Intenté averiguar qué asientos no tenían "dueño" y volví a mi lectura sin rechistar. Me sentí incómodo. Ser ajeno a una serie de normas o, más bien, de derechos adquiridos, no me gustaba en absoluto.

La reestructuración en la empresa me empujó del mundo fiscal a los tres turnos en la cadena de producción. Fue horrible. Cuando lograba conciliar el sueño, veía circular cientos de coches sin volante hacia los concesionarios.

Pero peor que el cambio de trabajo fueron los viajes en el autobús que me llevaba a la fábrica.

Una noche, sentado en el que ahora era mi sitio, encendí la lucecita que había justo encima de mi cabeza y cuando iba a pasar la primera página del libro alguien berreó: "Mira el señorito. ¡Qué culto! Es tan culto que tiene que jodernos a todos con la puta luz de los cojones".
Me costaba creerlo. Era una luz diminuta que apenas alumbraba tres o cuatro lineas de Los justos. Pero apagué sin rechistar.

Cuando iba a bajarme, oí: "Ahora" y aquella zancadilla consiguió que me dieran cuatro puntos en el labio superior. ¡Cómo se reían!

Al día siguiente, unos me recibieron con un "torero, torero", otros con palmadas en la espalda y muchos con risas. Pero por fin me decidí: si tenía que ser como ellos, este era el momento: "Qué pasa, capullo, ¿algún problema?"

miércoles, 14 de mayo de 2008

RELATO 9

SALOMÉ




¡Así que eres tú! La verdad, te imaginaba distinta. ¿Cómo? No sé, quizás con un look más intelectual. Sí, ya sé que “el hábito no hace al monje”, pero cada una tenemos nuestros prejuicios. ¿Sabes? Su última amiga, o lo que fuera, parecía la típica empollona de la clase: fea, pelo corto, gafas… Y tú, no te molestes, por favor, pareces un poquito pija, ¿no?

Perdona mis desvaríos; estoy nerviosa. Fíjate, llevaba sin fumar desde el embarazo de Margarita y ¡ahora parezco un carretero! ¿Quieres un cigarrillo? Son mentolados. Me ha dado por ellos porque me recuerdan mi juventud. ¡Cuánto hace, Dios!

Pero bueno, has hecho bien la tarea. Sin tú saberlo me has dado lo que llevaba años persiguiendo. ¡Tanto tiempo anhelando vengarme! En fin, nos estuvo engañando a las dos y ahora el destrozado es él, ¡qué ironía! ¿Pena? Ninguna; sólo siento satisfacción. ¿Que no? Allá tú, pero a mí, quien me la hace, la paga. Lo siento, como buena Escorpión soy rencorosa.

Por eso quería conocerte y ofrecerte, cómo diría sin que resulte ofensivo… ¿una pequeña dádiva? Tú verás. Si te crees más íntegra por no aceptarla es tu problema. Todavía eres joven para entenderlo; ya se te pasarán esas ínfulas con los años…

¿Sabes lo que me hace gracia? Me llamo Salomé y nunca imaginé que, sin necesidad de bailarle el agua a nadie, me ofrecerían la cabeza de Juan en bandeja de plata.

RELATO 8

ALZHEIMER

Te estoy mirando a los ojos y se que no piensas, sientes. Has perdido toda tu capacidad de razonar, pero sientes. Veo a un niño, tranquilo, cándido, pero con arrugas que delatan tu avanzada edad. Los exámenes me dicen que no razonas, pero te emocionas, y tan genuinamente, que al mirarte noto como si me sumergiera en un océano de inmensa amabilidad y ternura. Es un baño que reconforta y anima a proteger y mimar todo lo bueno que llevamos dentro, porque tú muestras que es lo que permanecerá, y será con lo que nos relacionemos cuando perdamos todo el intelecto.

martes, 13 de mayo de 2008

RELATO 7

Placeres ocultos


Creo que la dama propuesta cumple los requisitos y exigencias.-respondiole la aprendiza de alcahueta. Más no debéis engañarla con falsas promesas amorosas, que más encendida la tendréis si de antemano sabe que lo único que queréis de ella es provocarle momentos de placer
.Pero mi pasión bien sabéis que tiene partes del cuerpo favoritas, aunque no me olvido de que las señoras tienen otros rincones deliciosos, siempre me entusiasmó lamer ese fragmento que vos bien sabéis-dijo el caballero.
Gustos de varones son -replicó la alcahueta-más siempre cavilé que unas buenos pechos eran afición favorita de caballeros viajados y experimentados.¡Costumbres de cristiano viejo!- Que hay otras partes del cuerpo que dormidas quedan de por vida al no estimularlas ,ya que los goces se encuentran en todo vericueto y no son más placenteros unos pechos que unos hermosos piés respondiolé el noble y apetecible hidalgo. Procuraré satisfaceros que seguro muchas damas hay dispuestas a entregarse a tan apuesto caballero.,si fallaramé la que tengo a bien lograrla.-Contestole dudosa la vieja
Aquella noche la experimentada madre y novata amante se atrevió a aceptar la propuesta de la astuta burracona y descubrió en los brazos del apuesto amante, cuantas partes de su cuerpo habían estado olvidadas por ella y desatendidas por su buen esposo.


Autor: FernandoMartin

RELATO 6

La bestia que mató a Manolete



Hueles a gato viejo, Marqueso. Ya es tarde para eso, canalla, porque ni meándote en las cachas vamos a olvidar la tramontana tufada de pólvora que nos seca la cara. Tarde para mear y tarde para salir corriendo de aquí… y a dónde. El pueblo, el país entero es una tumba a punto de cerrarse; todos amortajados de verde, todos a tiros contra la pesadilla. La penúltima pasó cerca, ¿eh?... la muy reputa. Claro que no, cojones, aquí nos quedamos… tras estos cuatro palos que fueron ventana y estas piedras que ya no son de nadie. Le pedí al coronel que te trajera a mi unidad y aquí estamos, Compadre, con los de enfrente cosiéndonos a balas los recuerdos. Salúdales, coño, y no gimotees.

Recuérdate paseando por la calle Ancha, perfumado como un emperador, deteniendo el tiempo y las escobas; recuerda y levanta la cara... El remolino de tus cuatro palabras de Casino, clavadas como banderillas en la cabeza de algún cornudo... Suéltate los huevos y míratelos, Compadre. El Maestro de escuela, tan príncipe, Séneca del pueblo, Almirante del mujerío. Porque eso sí, eso siempre.

Y de mi Rosa... ¿te acuerdas, Marquesón? Sí, cómo no; te la trae el olor a miedo. Te abrí las puertas grandes de mi casa, y por la puerta grande le entraste a mi mujer entre las piernas.
No mees sangre, Manuel; y no llores más, que la próxima te la voy a dejar en la cabeza. Donde guardas el veneno y la palabra.

lunes, 12 de mayo de 2008

RELATO 5

LA DECISIÓN

Él no quería que, llegado el momento, le alargaran la vida de forma artificial. Ella no podía soportar la situación y se negaba a escucharle. Cuando le ingresaron inconsciente, el médico quiso saber cuál sería su decisión y entonces ella tuvo que sentarse, y con los codos apoyados en las rodillas, las manos sujetando sus mejillas y la cabeza baja, se dio cuenta de que no podría hacerlo y se vio a sí misma pequeña, muy pequeña, y ya no quería ser mayor, ni estar allí…sólo quería poder hablar con su padre y permanecer un rato, un rato largo, abrazada a él. Pero ya no era posible, porque el tiempo se acababa.

Y cuando llegó el momento, el médico salió de la U.C.I. y se la encontró sentada en la sala de espera:

-El tiempo se acabó, tiene que decirme lo que ha decidido.

Sus palabras rebotaron en su cabeza impidiéndole escuchar y, entonces se tomó un instante, respiró profundamente, alzó la cabeza y le miró a los ojos, y supo que daba igual lo que ella fuera o no fuera capaz de hacer, y lo hizo.

RELATO 4

Vampiros y otras causalidades…

No, desde luego que no. Estáis equivocados. No la maté por eso.
Siempre me ha asombrado vuestra ágil fantasía. Mentes pequeñas, lo que no conocéis o no existe o es malvado.
Ahora que, desgraciadamente, os miro de más cerca, casi lo puedo palpar con certeza. Sois mezquinos. Egoístas y crueles. Os dejáis llevar por la ira. Achacáis a los demás las culpas, siempre es el otro, o el sistema. O los vampiros.
Habláis sin saber. Y decís, me gritáis, que la maté, que me ensañé con ella porque soy un vampiro. Si pudiera reírme lo haría, pero sólo me sale una mueca irónica y despectiva. No tenéis ni idea. Un vampiro no se ensaña. No sabe odiar. Sólo os toma si os necesita. Suavemente. Os ofrece posibilidades eternas. Os enseña a descifrar olores, sabores, a ver más allá. Espía vuestro sueño con delicadeza y vaga por el mundo, libre, sin ser esclavo del tiempo, como vosotros. Nunca mata. Besa. Se entrega.
Lo sé. He sido así durante muchos siglos.
Por eso estáis equivocados. Porque aunque yo la maté, y disfruté haciéndolo, no fue porque fuera un vampiro. Al contrario. Fue porque ella me condenó a sentir rabia y furia, a no poder vivir en todo tiempo. Porque me enseñó a odiar, a contemplar la vida por cauces estrechos. Porque marcó mi existencia con una fecha de caducidad.
Sólo lo hice porque ella ¡maldita sea! me mordió y me convirtió en algo que nunca quise ser. Humano.

sábado, 10 de mayo de 2008

RELATO 3

YA SE SABE
Te lo he contado muchas veces, Daisy. Desde el día que llegaste como doncella. Cándido era un niño muy tímido que apenas se atrevía a levantar la mano cuando se le preguntaba. Miope, con gruesos cristales engarzados en unas gafas que se confundían con su cara regordeta. Los deportes no eran lo suyo. Pero, eso sí: era el empollón.
He de reconocer que le hacía la vida imposible, con el soniquete del gafitas cuatro ojos y otras cabronadas. Y que incitaba a los demás a repetir mi actitud sin compasión. Más de una vez, se esfumó de su mochila algún que otro sabroso bocadillo de embutido, que engullimos a su pesar. El se dejaba hacer.
Ya se sabe, cosas de críos.
Le perdí la pista después del instituto. Luego, alguien contó que había obtenido el premio extraordinario en Ciencias Exactas. Que también cursó Ciencias Políticas con expediente de vértigo. Y parece que se hizo corregir la miopía y nunca más necesitó gafas. Después oí comentar que había contraído matrimonio con una chica bien de Badalona.
Un braguetazo.
Aguarda, el señor...
“Buenas tardes, don Cándido. Descuide don Cándido. No lo olvidaré, don Cándido. Tendré el motor a punto, don Cándido. Recogeré el equipaje de la señora y lo tendré dispuesto en la limusina a las cinco... Claro, claro, evitaré el atasco de la autopista. Confíe en mí. Así se hará, don Cándido…”
¿Tengo bien colocada la gorra, Daisy?
Ya se sabe, ¡don Cándido es tan exigente!
(248 palabras)

viernes, 9 de mayo de 2008

RELATO 2

La fiesta

La voz se corrió. Es difícil que la gente permanezca callada, a sus cosas, viendo la vida pasar y chitón ante lo ajeno. Era pedir demasiado. Mientras me metía aquella cosa pensé, por algún pliegue extraño de mi cerebro, que ya me enfrentaría más tarde a sus miradas. Risto lo definió muy bien: “perfecto en su ejecución pero frío en el sentimiento.” ¡A la mierda con los sentimientos! Yo estaba suelta como gabete. El tubo era del color del oro, como me dijo Aurora, y vibraba con un zumbido monótono y estimulante. Iba a su trabajo y yo le dejaba. La habitación estaba en penumbra, y me llegaba el sonido de la fiesta desde abajo, apagado. La cama era blanda y me absorbía. ¡Flaca flaca!, sonaba aquel maravilloso cilindro al penetrarme. Y yo muertita de gusto con la falda levantada. A esto se abrió la puerta y el tonto de Eugenio me vio en plena faena. El chorro de luz del pasillo me dio de lleno y la música me llegó más fuerte, con sus potentes bajos, bum bum bum, y las voces de la gente. Yo estaba apuntito y hasta arriba, así que a la mierda, ¡flaca flaca! El Eugenio se me quedó mirando, y a la vez echaba vistazos al pasillo, a un lado y a otro, desconfiado de que le aguaran la bicoca. Luego cerró la puerta y lo oí escaleras abajo cagando leches. Allá va la voz, pensé. Entonces me corrí, también, ya puesta.

RELATO 1

Son cincuenta y ocho dólares con cincuenta señora Espere un segundo por favor dice ella mirando de reojo a la pequeña que la acompaña y volteando el bolso para buscar el monedero bajo la mirada impasible distante desdeñosa de la cajera que sólo mueve los labios al ritmo de la goma de mascar Perdone señorita pero no se qué ocurre no encuentro el monedero Mama estoy cansada vamos ya a casa Espera cariño que tenemos que pagar a esta señorita tan simpática pide suplica forzando una imposible sonrisa sin parar de revolver entre los mil inútiles opacos objetos del bolso Señora otros clientes esperan Sólo un segundo señorita debe estar por aquí he debido olvidarlo quizás lo extravié Se siente mal se quiere morir mira a su hija Mamá quiero volver a casa Es un momento cariño Entonces recuerda el billete de diez dólares que guardó en su bolsillo aquella misma mañana Respira Ahora el pensamiento parece más ordenado sospecha sabe que le han robado La niña la mira y por primera vez percibe ve en los ojos de su madre la impotencia ante la maldad Sólo me llevaré el pan y la leche
A quien telefoneas mami Ahora no cariño necesito anular las tarjetas Es que tengo algo para ti Ahora no cariño por favor y la pequeña abre su manita y como pétalos ajados de rosa florece el pequeño infantil secreto tesoro de unos arrugados billetes incontantes e insonantes Te quiero.