Historia sin historia
La conocí en la estación y, desde aquel día, no he olvidado sus palabras. Durante algún tiempo, viajé regularmente en el AVE a Madrid. Tomaba el primer tren y regresaba en el último. A esas horas, Santa Justa había perdido su habitual bullicio. Tal vez por eso reparé en ella: siempre allí, sentada en el mismo sitio del andén, sin equipaje, aire ausente, mirada perdida. Rondaría los cincuenta.
La curiosidad venció mi timidez.
¾Discúlpeme. ¿Puedo ayudarla?
¾Espero el viejo tren, el de la carbonilla...
Era una respuesta insólita y prometedora. No sabía qué pensar, tal vez se trataba de una chiflada, pero decidí continuar.
¾¿ Nostálgica?
¾No, debo coger ese tren. Necesito recuperar mi pasado.
¾El pasado va con usted, es parte de su historia.
¾No hice mi historia, ellos la hicieron por mí. Asistí, como tantos otros, a la burda representación que me ofrecieron.
¾Historia de una espectadora... ¿No vio, o, no quiso ver?
¾No tengo respuesta. Muchos vieron y pagaron cara su lucidez. Tal vez mis gafas fueron las de la cobardía.
¾Es posible, pero la culpa es mala consejera. Levántese, abandone este andén. Debería afrontar su futuro.
¾No me ha entendido. Hablo de mí, de saber quien soy. No viví, me vivieron. No puedo arriesgarme a viajar sin identidad. Ellos siguen ahí, de otra forma más sutil, pero siguen ahí.
¾¿Quiénes son ellos?
¾¿No los conoce? Debería saberlo. Son autores, guionistas, directores, intérpretes y tramoyistas de esa falaz representación que llaman “Historia”. Los demás, simples comparsas, meros espectadores.
La conocí en la estación y, desde aquel día, no he olvidado sus palabras. Durante algún tiempo, viajé regularmente en el AVE a Madrid. Tomaba el primer tren y regresaba en el último. A esas horas, Santa Justa había perdido su habitual bullicio. Tal vez por eso reparé en ella: siempre allí, sentada en el mismo sitio del andén, sin equipaje, aire ausente, mirada perdida. Rondaría los cincuenta.
La curiosidad venció mi timidez.
¾Discúlpeme. ¿Puedo ayudarla?
¾Espero el viejo tren, el de la carbonilla...
Era una respuesta insólita y prometedora. No sabía qué pensar, tal vez se trataba de una chiflada, pero decidí continuar.
¾¿ Nostálgica?
¾No, debo coger ese tren. Necesito recuperar mi pasado.
¾El pasado va con usted, es parte de su historia.
¾No hice mi historia, ellos la hicieron por mí. Asistí, como tantos otros, a la burda representación que me ofrecieron.
¾Historia de una espectadora... ¿No vio, o, no quiso ver?
¾No tengo respuesta. Muchos vieron y pagaron cara su lucidez. Tal vez mis gafas fueron las de la cobardía.
¾Es posible, pero la culpa es mala consejera. Levántese, abandone este andén. Debería afrontar su futuro.
¾No me ha entendido. Hablo de mí, de saber quien soy. No viví, me vivieron. No puedo arriesgarme a viajar sin identidad. Ellos siguen ahí, de otra forma más sutil, pero siguen ahí.
¾¿Quiénes son ellos?
¾¿No los conoce? Debería saberlo. Son autores, guionistas, directores, intérpretes y tramoyistas de esa falaz representación que llaman “Historia”. Los demás, simples comparsas, meros espectadores.
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